Este evento marca un capítulo de ruptura con la etapa de Alessandro Michele en Gucci. Bajo la nueva dirección creativa, la firma estrella del Grupo Kering quiere reafirmarse en el lujo y para ello entrelaza su estética actual con la narrativa atemporal de su legado.
La elección de Londres como sede del desfile no fue casualidad. Sabato De Sarno, en sus palabras, compartió el profundo significado que la ciudad tiene tanto para él como para Gucci:
«Elegimos Londres para el desfile Cruise, sabiendo que era la elección correcta. Le debo mucho a esta ciudad, que me ha acogido y escuchado». Esta conexión histórica se remonta a 1897, cuando Guccio Gucci llegó a Londres y encontró trabajo en el Savoy Hotel.
En esa época Gucci (tanto su creador como la firma homónima) se adentró en la creación de artículos de lujo para viajar. Las invitaciones al desfile hacían alusión a esta idea, ya que en esta nueva era, la firma se centra en el afán por volver a lo esencial, al legado y a la artesanía única que define su identidad.
Se pone el foco en todo lo que implique crafting. El desfile presentó una reinterpretación contemporánea de los elementos icónicos de la marca, como el horsebit, introducido en los años 40, reflejando un retorno a la sofisticación y la excelencia. A partir de allí la puesta en escena prescinde de la conceptualización ambigua o recargada de información que tan bien dominada Michele: Sabato De Sarno viene para refrescar.
En línea de la nueva narrativa, Gucci pretende crear un diálogo que tenga como protagonista a distintos lugares, personalidades, disciplinas artísticas y estéticas; una forma de alcanzar este objetivo es el patrocinio de la exposición Electric Dreams que se inaugurará en el Tate Modern de Londres.