En un momento marcado por la incertidumbre y el miedo, Prada concibió esta colección con la intención de ofrecer a las mujeres una moda que embellezca, y que también sirva como refugio y afirmación de identidad. «La colección trata sobre la feminidad y la idea de abrazarla en tiempos difíciles para elevarnos», explicó la diseñadora tras el desfile.
Broches dorados, pulseras apiladas, collares brillantes y estolas de piel acompañaron piezas de inspiración clásica reinterpretadas con un giro contemporáneo. Destacaron los sujetadores cónicos, asomándose bajo suéteres y tops, generando un juego de formas provocador y evocador de la silueta femenina.
La reinvención del clasicismo en clave Miu Miu
Miu Miu propuso una nueva lectura de la moda clásica a través de un refinado juego de volúmenes y texturas. Los abrigos, con estructuras surrealistas—anchos en la parte superior y ajustados en la cintura—desafiaron la noción tradicional de la sastrería. Las pieles se mostraron en formas redondeadas y exuberantes, aportando dramatismo y presencia.
Los vestidos de seda en tonos pálidos se combinaron con medias de lana hasta el muslo y bolsos de asa corta, en un ejercicio magistral de estilismo. La paleta de colores osciló entre los mostazas apagados, olivas oscuros y sienas quemadas, con acentos en púrpuras intensos y verdes ácidos, evocando una estética de otra época con una visión modernizada.