Sobran las presentaciones cuando de él se trata. Es un gran honor entrevistar al diseñador catalán más internacional: TONI MIRO
La primera tienda que abriste con tan solo veinte años fue Groc. ¿Qué significa Groc para ti?
Ha sido mi catapulta de todo lo que he hecho, donde siempre hemos experimentado. Sobretodo la búsqueda del detalle, de la obsesión del detalle. Groc ha sido el lugar de la costura, de la artesanía más pura.
¿De pequeño tuviste especial predilección por el mundo de la moda, o fue algo que fue surgiendo?
Yo empecé con la música, lo que pasa es que una vez viajé a París y Londres, y me di cuenta de que había otro mundo, y este mundo me afectó mucho. Ahí es cuando pensé que yo podía hacer algo en el mundo de la moda, y dejé la música por la moda. Mi hermano y yo montamos una tienda de una manera improvisada y nos salió muy bien. Esto le dio una proyección a mi vida dedicada al mundo de la moda.
Y cuando le dijiste a tus padres que querías ser diseñador de moda…
No, no, yo hubo un momento que estaba solo en Groc, y empecé a exportar prendas a EEUU y el vendedor me dijo que firmara las prendas. Y así es como surgió todo. Nunca tuve la idea de ser diseñador de moda.
En 1998 fuiste galardonado con el premio Cristóbal Balenciaga al “mejor diseñador español”. ¿Qué representó en aquel momento el premio?
Un premio de esta índole, que si no recuerdo mal, también lo ganó Giorgio Armani en la época, cuando estaba en la cúspide. El lo ganó como diseñador internacional y yo como español. Lógicamente, cuando te dan un premio, sería muy poco humilde decir que no te importa. Cuando te dan un premio uno lo agradece. Fue un reconocimiento y una gran sorpresa, ya que no me lo esperaba.
Tengo una anécdota, porque un miembro del jurado era Miguel Barceló, y avisaron que nadie podía decir que yo había ganado este premio. Y Miguel Barceló, como enfant terrible por decirlo de alguna manera, me llamó previamente y me dijo que había ganado. A las 2 horas me llamó el Ministerio de Industria y me dijo que me daban el premio. Y tuve que hacer la pantomima que no sabía nada.
En el 92 realizaste el vestuario de las ceremonias de los JJOO de Barcelona. ¿Cómo fue aquella experiencia?
El artífice era Pepo Sol, yo lo conocía desde hacía tiempo. Fue el director artístico de todo, y él me lo propuso. Yo lógicamente le dije que sí, porque fue un experimento muy apasionante porque vestimos desde Ryuichi Sakamoto a Plácido Domingo. Vestimos a todos los voluntarios, al arquero… Era un tinglado muy asimétrico pero yo tenía la experiencia y el equipo adecuado para hacerlo.
Tengo otra anécdota al respecto. Yo no quise verlo en directo. Estuve todos los días viéndolo con los ensayos y probando la ropa. El día que se inauguró lo quise ver por televisión como todo el mundo. La ceremonia estaba pensada para verla por televisión, para que quedara bien por televisión. Y allí en directo era imposible controlarlo todo, ya que cada 5 minutos alguien se tenía que vestir.
Así que todo el vestuario de la ceremonia de los juegos olímpicos era de Toni Miró…
Todo, todo menos el vestuario de la Fura dels Baus y los zapatos de Antonio Rebollo (el arquero) que se las hizo Chu Uroz, que eran fantásticos, llevaban luz al andar.
Algo similar te debió ocurrir cuando te encargaron realizar el nuevo telón para la reconstrucción del Gran Teatre del Liceu de Barcelona…
Yo me sentí un sastre cuando me encargaron el telón del Gran Teatre del Liceu. No quería polémica, yo tenía ideas más divertidas como que el telón no fuera de tela, sino que fuera de luz. Que la luz fuera lo que separaba el escenario. Pero yo siempre he tenido un lado de diseño y otro de sastre. Y éste me lo tomé como un traje a medida adecuado al sitio, ya que se reformó todo igual que antes.