De Chuck Bass en Gossip Girl aprendimos que los hoteles cuentan con servicios abiertos a todos los públicos y que ofrecen algo más que habitaciones para sus huéspedes.
En el caso de descubrimos que tras un hall puede haber un lugar de fantasía en el que se puede viajar a otros destinos y en el tiempo para encontrarnos con la versión más sofisticada de una bebida como el ponche.
Tras recorrer una espectacular escalera de caracol, se abre una puerta secreta que nos invita a entrar a una guarida que emula a la perfección el confort y la suntuosidad de la biblioteca de las casas señoriales inglesas y en los clubs privados londinenses del S.XIX.
En su interior encontramos Punch Room, una sofisticada coctelería de inspiración clandestina que probablemente es el espacio más importante en nuestro país en lo que a esta bebida se refiere.
Y es que hablar del ponche significa hablar de cómo se inicia la coctelería clásica que conocemos en nuestros días. La mezcla de alcohol con zumos y otros ingredientes, tan habitual en el arte de la mixología actual, tiene su origen en la aparición del ponche, cuya receta tradicional combina a la perfección cinco ingredientes imprescindibles: alcohol procedente de Europa y sus antiguas colonias, especias y cítricos de África y el Este, tés provenientes de China e India y azúcar del Sudeste Asiático.
La música que pone el ritmo en Punch Room es el jazz vintage, funk y soul de distintas épocas.
Poco a poco, esta bebida se hizo célebre al albur de las compañías navieras comerciales y las campañas militares inglesas. Los comerciantes y militares que se embarcan en largos viajes de ultramar encontraban en esta mezcla su mejor aliciente para llevar con buen pie la travesía: el ponche era sinónimo de distracción y ocio.
Con el tiempo la bebida llegó a los altos salones de nobles y aristócratas, que acogieron para sí las bases de la mezcla tradicional añadiendo ingredientes más sofisticados y exóticos. De esta forma alrededor de la bebida se crea todo un protocolo de buenas prácticas en el que se incluyen recetas más complejas que se servían en recipientes y vasos de plata y con acabados artesanales.
Ahora y en nuestros tiempos Punch Room rescata esta tradición y cuenta con destilados e ingredientes locales en su selecto menú de cócteles donde conviven la tradición y modernidad en cada receta de la cuidada carta de ponches que se sirven de manera individual o en poncheras de plata vintage escogidas especialmente para este lugar, ideales para compartir entre amigos.
El espíritu de Punch Room se basa en el aspecto social de charlar y compartir alrededor de una ponchera. Con esa idea, uno de los clásicos del menú es el Edition Punch, una bebida confeccionada con té de jazmín y una sutil nota de madera de musgo de roble, disponible de forma individual o para compartir hasta 25 personas a un precio de 12,5€ por persona.
Otro de los destacados del menú es el curioso a la par que brillante Spanish Milk Punch, inspirado en la dulce tradicional bebida espumosa inglesa, Syllabub, y cuya textura es muy sedosa y suave. Los sabores de este ponche son frescos, nítidos y envolventes y en él se reconocen notas de Cognac, Ron, Pedro Ximénez, piña, una mezcla de especias, azafrán, sorbete de limón, té Oolong, zumo de limón y leche.
Asimismo, la oferta gastronómica de Punch Room viene de la mano del chef ejecutivo Pedro Tassarolo. Ha creado un menú sorprendente para acompañar todas y cada una de estas bebidas únicas. En este se incluyen las Bravas Veraz acompañados de la salsa brava especial de la casa y alioli, Panisse de Garbanzos acompañado de mayonesa de trufa negra, Sándwich de Cerdo Ibérico con col blanca y mostaza de miel y Pasta Crujiente rellena de sobrasada, nueces y miel con salsa de queso Maó.