El chef italiano Matteo Bertozzi no puede negar que se lo pasa bien encerrado en la cocina de su My Fucking Restaurant mientras experimenta con los ingredientes que le llegan a diario de sus proveedores de confianza. Es lo que le gusta hacer, lo que más le divierte.
Una pasión, la de crear e inventar nuevos platos, que le mantiene aferrado a su local del sur del Raval pese a las tentaciones de ampliar horizontes que siempre pasan por la cabeza de cualquier cocinero intrépido.
Para esta temporada el chef presenta una innovadora carta en la que se presentan nuevas recetas más ligeras y saludables. Las nuevas propuestas que se presentan en la carta las verduras adquieren todo el protagonismo. Estas proceden casi íntegramente del Parc Agrari del Baix Llobregat, concretamente de Soulblim, que brinda joyas como unas kaletas (unas mini-kales) excelentes, que el chef presenta fritas con curry rojo tailandés y praliné de cacahuete salado.
Entre las nuevas propuestas encontramos la mini acelga de colores con crujiente de su tallo, una receta de reaprovechamiento que llega a la mesa combinada con un fondue de Asiago Fresco DOP, gambas y aliño Merkén.
Otra buena muestra de esta inspiradora nueva línea de la carta de My Fucking Restaurant es el pak choi con ajoblanco de cacahuete y quinoa crujiente, que muestra, al igual que el resto, esa pasión por las cocinas del mundo siempre con una clara base mediterránea.
Cuando el chef Matteo Bertozzi decidió abrir My Fucking Restaurant
hace cuatro años, lo hizo con las cosas muy claras: quería poner en el mapa el sur del Raval, una zona considerada casi exclusivamente guiri en el imaginario colectivo de la población local, con una cocina comprometida y creativa de km 0. Todo ello, con una carta 100% sin gluten destinada a demostrar que celíacos e intolerantes también pueden disfrutar de una cocina de altos vuelos, original y sorprendente, en un entorno contemporáneo.
El restaurante, de look contemporáneo, desenfadado y cuidadísimo, cuenta con tres espacios diferenciados para disfrutar de una experiencia gastronómica por todo lo alto. Por un lado, la barra, justo en la entrada, un discurrir de platos y trajín que refleja muy bien la esencia de ese Raval canalla que reivindica My Fucking Restaurant. Por el otro, el salón, coqueto y agradable, muy luminoso a mediodía e íntimo por las noches, y por el otro la joya de la corona: el rincón del chef (una sala privada con dos mesas de ocho comensales) con vistas a la cocina donde disfrutar del ambiente My Fucking en un espacio íntimo y a su vez ajetreado, donde se respira el discurrir de una cocina que dista mucho de ese ambiente férreo, casi militar, que se respira en ocasiones en otros lugares.