La moda como fenómeno global y antropológico, materializa los cambios sociales, económicos y políticos de todas las épocas de la historia. La aparición de la minifalda, el bañador, o el uso del pantalón, fueron la consecuencia fashionista de profundos cambios aupados por intelectuales, filósofos y activistas. Son actos relevantes, porqué marcaron un momento puntual, un cambio de rumbo en la ideología colectiva.
Los movimientos sociales y sus manifestaciones han sido fuente de inspiración para diseñadores y firmas de moda que buscan siempre nombres de figuras audaces, para crear prendas únicas y con un significado casi que espiritual.
Con estos antecedentes, no es de extrañar que la firma de moda italiana Max Mara se haya inspirado en la obra de Selma Lagerlöf, la primera mujer en ganar el Premio Nobel de Literatura. Por primera vez, el Ayuntamiento de Estocolmo se convirtió en una pasarela. Este edificio construido entre 1911 y 1923, es una joya arquitectónica inspirada en el estilo renacentista italiano, el barroco sueco y el estilo romántico nacional.
La localización no podía ser más bella. La colección no podía ser más inspiradora. Los diseños presentan siluetas erguidas y entalladas de la década de los 1900. Destacan las mangas gigot de aspecto moderno, faldas que rozan los tobillos, capas hasta el codo y blusas elegantes para usar con pajaritas.
En contraste, se presentan túnicas ondulantes, largas y cortas, con trenzas negras y beige, pompones, borlas y tachuelas que hacen eco de motivos populares. Al tomar blusas tradicionales y confeccionarlas en tejidos modernos con diseños lineales, eliminando los adornos superfluos, se logra una modernidad llamativa.
Max Mara aporta una nueva perspectiva a las flores: la colección, decorada con ramitas de colores como un prado veraniego, presenta looks vaporosos para noches de ensueño, con cuellos y puños blancos gráficos que añaden un toque de elegancia urbana.