Iluminada por globos celestiales que proyectaban un resplandor luminoso, la pasarela mostró una retrospectiva de la notable tenencia de Ghesquière, fusionando sin problemas recuerdos, reflexiones, emociones y referencias. Combinando la introspección con la imaginación, la colección marcó un momento significativo en la historia de Louis Vuitton, ya que el director creativo navegó por nuevos horizontes guiado por su propio Estrella del Norte estilística.
El vocabulario creativo, meticulosamente definido durante la última década, experimentó una transformación reveladora, anunciando un nuevo amanecer para Louis Vuitton. El espectáculo, una exploración del tiempo y el espacio, se desarrolló en un cautivador baile entre blanco y negro, plata y bronce, electrificado con toques vibrantes de color. El savoir-faire de la Maison brilló de nuevo, desde intrincados bordados hasta lujosos artículos de cuero, complementando el movimiento de siluetas a menudo adornadas con hombros arquitectónicos.
Las mujeres de Louis Vuitton, con ojos enmascarados y manos enguantadas, dieron pasos decididos hacia el futuro, encarnando el compromiso de la Maison de romper barreras. Un elegante eco del pasado resonó a través de vestidos contemporáneos esculpidos con un estampado de baúl Monogram. Cada bolso, testimonio de una innovación reelaborada, apareció en formas nuevas y juguetonas, mostrando la dedicación de la Maison a la artesanía y la creatividad.
El espectacular escenario fue una obra maestra colaborativa del artista Philippe Parreno y el diseñador de producción James Chinlund, proporcionó un telón de fondo visualmente impresionante. La banda sonora, curada por el aclamado diseñador de sonido Nicolas Becker, añadió una capa sensorial a la experiencia envolvente. Mientras se celebraba el hito de 10 años de Ghesquière en el Louvre, Louis Vuitton no solo rindió homenaje a su rica herencia, sino que también trazó un rumbo hacia un futuro donde la elegancia y la innovación continúan entrelazándose de la manera más extraordinaria.