En un mundo donde la moda evoluciona constantemente, Loewe se erige como un claro ejemplo de cómo una firma de lujo con raíces decimonónicas puede seguir siendo relevante y emocionante en la época contemporánea.
Bajo la dirección creativa de Jonathan Anderson, la marca española ha logrado fusionar su herencia con las narrativas modernas, creando colecciones que respetan su legado, y que también innovan y desafían los límites de la moda.
La pasarela se transformó en una galería de arte, con obras de artistas influyentes del siglo XX como Peter Hujar, Charles Rennie Mackintosh, Carlo Scarpa, Susan Sontag y Paul Thek adornando el suelo. Esta disposición subrayó la importancia del arte en la visión de Anderson, quien invitó al público a experimentar la inspiración detrás de cada diseño de manera directa.
A pesar de la aparente simplicidad de la colección, Anderson no dejó de lado su característico enfoque escultórico. Entre las prendas destacadas se encontraban collares que se extendían sobre los hombros, chaquetas cortas en forma de trapezoide y camisas que caían justo por encima de las rodillas. En comparación con colecciones anteriores, donde las piezas escultóricas eran más extravagantes, esta vez se evidenció una inclinación hacia el minimalismo.
La colección también presenta tejidos y texturas innovadoras, con siluetas que variaron desde ajustes delgados y estilizados hasta formas más amplias y fluidas. Uno de los diseños más llamativos fueron los pantalones de punto a media pierna, que ofrecían una sensación de ligereza y movimiento. Además, los trajes de gran tamaño, aunque menos extremos, mantenían un aire de elegancia limpia y ordenada.