La colección exploró la elegancia estructurada con un aire de dominancia sutil. Siluetas ajustadas y definidas marcaron la propuesta, con piezas clave como chaquetas acolchadas de cuero estilo biker, acompañadas de shorts a juego; abrigos en doble faz de fieltro y cuero; y blazers entallados con un fino cinturón en lugar de botones, generando un aire de sofisticación minimalista. Las referencias a la equitación, un sello de la maison, se reinterpretaron con una influencia sutil de la estética de Tom of Finland, fusionando el clásico mundo ecuestre con una sensualidad potente y nada artificiosa.
La paleta de colores se movió en tonos oscuros y profundos, resaltando el blanco marmóreo, gris antracita, negro, caoba y verde pino, aportando a la colección un aire de sofisticación contenida. Los tejidos, desde el cuero perforado hasta la seda y el cachemir, se integraron con detalles inesperados, como abrigos reversibles que se transformaban en mantas, demostrando la funcionalidad y artesanía excepcional de la firma.
Los accesorios jugaron un papel fundamental en esta propuesta. Bolsos estructurados en distintos formatos, desde opciones de mano hasta versiones cruzadas, complementaron los conjuntos con una elegancia atemporal. Las botas altas de cuero en tonos borgoña, verde oliva y negro reafirmaron el carácter fuerte y decidido de la colección, consolidando la maestría de Hermès en la marroquinería de lujo.
Desde el primer paso en la pasarela, la propuesta de Vanhee no solo reafirmó el legado artesanal de Hermès, sino que también proyectó una nueva narrativa donde la subversión se ejerce desde la sofisticación. Con esta colección, la maison seduce a sus fieles seguidores, y también atrae a una nueva generación de clientes que buscan en el lujo algo más que opulencia: buscan poder, precisión y un diseño con significado.