En una discreta esquina de la calle Còrsega, en el número 479, uno de los grandes secretos gastronómicos de Barcelona se reinventa. Tras años consolidado como referencia para los amantes de la cocina nipona auténtica, Fukamura da paso a un nuevo capítulo más íntimo, depurado y radicalmente personal: Fukamura Omakase, una barra de alta cocina japonesa para solo siete comensales, donde la delicadeza, la técnica y la emoción se convierten en el verdadero menú.
Daisuke Fukamura, chef y alma del proyecto, abandona el formato de taberna para ofrecer una experiencia puramente Omakase —“confiar en el chef”, en japonés— que trasciende la carta y los tiempos marcados por el reloj.

Cada noche, un recorrido sensorial diseñado al instante, con el mejor producto disponible y la precisión de una vida dedicada al sushi, toma forma en una barra donde el comensal es testigo directo de cada movimiento. El resultado: una experiencia de concentración, pureza y respeto absoluto por el producto.
Formado en Asakusa Sushi Sei, institución del sushi tradicional con más de 140 años de historia, Fukamura lleva en Barcelona desde 2007, donde ha pulido su maestría en casas como Koy Shunka, Espai Kru o Shibui. Su enfoque prescinde del artificio para abrazar la esencia: equilibrio, sabor y emoción, sin alardes innecesarios.

El menú, que cambia según el mercado, gira en torno al niguiri edomae —pescado tratado al momento, arroz tibio, respeto absoluto a las temperaturas— y a preparaciones elaboradas con ichiban dashi, el caldo madre de la gastronomía japonesa, extraído de kombu y katsuobushi. A todo ello se suma una cuidada selección de sakes, maridados por Roger Ortuño, experto en sake y embajador de la cultura japonesa.
El espacio ha sido transformado por el estudio Salvà Ortín Arquitectes, que firma una reforma sobria y elegante. Madera, acero y cemento dominan una atmósfera minimalista, bañada por una luz tenue que convierte cada cena en una ceremonia contemporánea. La barra es el centro de todo. El resto, silencio, concentración, ritual.
