En una temporada marcada por la introspección, los cambios y la celebración, Chanel ha decidido mirar hacia su propio corazón: el mítico 31 rue Cambon de París. Para conmemorar los 110 años de Alta Costura, la maison francesa recreó su histórico salón Art Déco, donde Gabrielle Chanel presentó sus colecciones entre 1918 y 1970. El escenario, diseñado con minuciosa fidelidad por Willo Perron, transportó a los asistentes a una época de pura exquisitez.
La colección otoño 2025 no se presentó bajo la cúpula del Grand Palais como es habitual, se exhibió en el Salon d’Honneur, en una atmósfera más íntima que evocaba los orígenes de la costura como arte y ritual. Esta elección, lejos de ser nostálgica, sirvió de contexto para reflexionar sobre el pasado y, al mismo tiempo, subrayar la vigencia de los símbolos de la casa.
La dirección creativa de la colección estuvo a cargo del estudio interno de Chanel, que reinterpretó los códigos de la maison con una mirada sobria, elegante y contemporánea. El tweed, protagonista indiscutible, apareció en tonos de otoño atenuado: ecru, verde bosque, marrón tabaco, negro y púrpura. Las siluetas oscilaron entre lo clásico y lo joven, con trajes de falda a la rodilla y versiones actualizadas con maxifalda y chaqueta cropped, dejando ver el abdomen con un único botón cerrado: una sutil provocación que conjuga tradición y rebeldía.
Entre las novedades más destacadas, se presentó una serie de texturas trampantojo: combinaciones de tweed con plumas que emulaban pieles, o bouclé trabajado para parecer piel de oveja. Un juego visual y táctil que subraya el saber hacer artesanal del atelier y su permanente afán por la innovación dentro de la fidelidad estética.
Chanel otoño 2025 reafirma que la Alta Costura puede seguir siendo relevante, incluso en tiempos de velocidad e inmediatez, siempre que mantenga su capacidad de emocionar, conectar y reinterpretar su legado
También brillaron detalles cargados de simbolismo: botones como joyas inspirados en haces de trigo dorado —un motivo fetiche de Mademoiselle—, bordados delicados y reminiscencias de su apartamento privado sobre la boutique.
Las botas planas hasta la rodilla y por encima, presentes en todos los looks, aportaron una solidez inesperada, evocando la influencia del campestre británico que tanto admiraba Coco Chanel.
En paralelo al desfile, Chanel presentó un ambicioso proyecto editorial y sonoro: un libro y un pódcast creados junto a Sofia Coppola, quien fue pasante en la maison durante su adolescencia. En su selección visual, Coppola propone una visión menos académica y más íntima de la Alta Costura: una narrativa compuesta por retratos sociales, imágenes editoriales e ilustraciones que muestran cómo se vive realmente un diseño Chanel, más allá del maniquí y del museo.
La directora destaca en el pódcast que quiso explorar los “códigos identificables” de la marca —el lazo, la camelia, el tweed— y asociarlos a mujeres que los incorporan con naturalidad a su estilo. Una de sus inspiraciones eternas: Inès de La Fressange con chaqueta Chanel y vaqueros rotos. Una estética relajada pero sofisticada que también se intuye en esta colección.