La colección 54 de Alta Costura presentada en París marcó un cierre emocional para Demna tras diez años al frente de Balenciaga. En lugar de apostar por el escándalo o el efectismo, el diseñador georgiano eligió el camino de la contenida perfección, dejando atrás las provocaciones para centrarse en una narrativa estética profunda, tejida con referencias personales, técnicas exquisitas y un respeto absoluto por el legado de Cristóbal Balenciaga.
La colección está impregnada de símbolos: desde los cuellos Medici y Nosferatu hasta las reinterpretaciones de prendas burguesas como blazers estructurados, corsetería cómoda y siluetas con volumen. Todo se construye desde la arquitectura del cuerpo, pero con una ligereza que desdibuja la rigidez clásica.
Uno de los momentos más icónicos fue el desfile de Eliza Douglas, musa del diseñador, con un vestido de encaje Guipure sin costuras, moldeado con técnicas de sombrerería. Una pieza que resume la esencia de esta etapa: minimalismo escultural con alma de costura.
Hollywood fue otro de los hilos narrativos. Kim Kardashian caminó la pasarela con un abrigo de “mink” hecho con plumas bordadas, acompañado de un slip dress en homenaje a Elizabeth Taylor. El conjunto fue rematado con los pendientes de diamantes personales de la actriz, cortesía de la joyera Lorraine Schwartz, quien también creó más de 1.000 quilates de alta joyería para la colección.
La sastrería napolitana tuvo un papel destacado, desarrollada en colaboración con cuatro ateliers familiares, bajo el estilo desestructurado de Vincenzo Attolini. Las piezas se construyeron como tallas únicas sobre cuerpos de culturistas, adaptándose después a diferentes tipos de siluetas: una inversión del paradigma de la moda, donde la prenda se moldea al cuerpo y no al revés.
Los detalles autobiográficos completan el discurso. Un conjunto de pata de gallo homenajea a Danielle, una pieza de 1967. Un estampado floral evoca el mantel de la infancia del diseñador. Las flores de papel, creadas con residuos de tejidos del atelier por Maison Lemarié y William Amor, elevan la sostenibilidad al terreno del arte.
Entre los accesorios, destacan los bolsos sin logo, que llevan el nombre del portador, y el primer sneaker de Alta Costura de la marca, elaborado artesanalmente. Las maletas tipo briefcase son ahora cofres joya, y los abanicos de Duvelleroy se reeditan como piezas couture de excentricidad funcional.
La banda sonora del desfile recogió las voces del propio equipo de Demna pronunciando sus nombres. Una firma coralque transformó el adiós en homenaje. Y por primera vez, Demna salió a saludar. Su gesto selló una década que, con luces y sombras, ha reescrito el lenguaje visual y emocional de Balenciaga.