Celine SS26: Un desfile, un manifiesto, una nueva dirección. El 6 de julio, Michael Rider tomó el relevo creativo en Celine con una primera colección que respira respeto, sensibilidad y determinación. Desde el icónico patio interior de la sede de la maison en 16 Rue Vivienne, cubierto por un toldo de seda que evocaba la ligereza del gesto, Rider firmó un debut que supo honrar el pasado sin replicarlo. Con 72 looks que cruzan los límites entre lo masculino y lo femenino, Celine Primavera/Verano 2026 propuso algo más que ropa: propuso un modo de estar en el mundo.
En una carta distribuida antes del desfile, Rider escribió: “Celine representa calidad, atemporalidad y estilo. Ideales difíciles de capturar y aún más de retener”. El desfile fue su forma de traducirlos: en siluetas depuradas, en colores vívidos, en detalles cargados de memoria y deseo. Una visión que une gesto y técnica, sin teatralidad, pero con poesía.
Herencia e identidad: el lenguaje Rider
Lejos de rupturas drásticas, Rider prefirió la continuidad inteligente. La colección tejió un diálogo entre los códigos minimalistas de Phoebe Philo, el imaginario rock de Hedi Slimane y su propia sensibilidad, cultivada durante años en Polo Ralph Lauren y la propia Celine.
El resultado fue una reinterpretación de la silueta skinny, suavizada por cortes relajados y una actitud menos rígida. Camisas Oxford, jerséis en V y corbatas de rayas se combinan con prendas oversized y tejidos ligeros. El preppy se redescubre sin pretensión, con un aire relajado que invita al uso, a la vida.
Color y forma: una nueva gramática visual
La paleta cromática fue equilibrada y luminosa. Sobre una base de neutros clásicos —blanco, negro, beige y camel— estallaron acentos de verde esmeralda, rojo tomate y azul cobalto, que iluminaron jerséis, bufandas y camisas.
Este juego cromático, dirigido por el estilista Brian Molloy, aportó profundidad emocional a la propuesta. En Celine SS26, el color no decora: narra. Habla de estaciones, de recuerdos, de deseos. De moda que quiere quedarse.
Accesorios: el nuevo léxico de la expresión
Uno de los grandes aciertos del debut de Rider fue su enfoque sobre los accesorios. Las cadenas doradas, los charms con el logo de Celine, los anillos apilados, los cinturones con hebillas reinterpretadas y los colgantes en forma de candado dibujaron un universo personal y sofisticado.
No son aderezos, son símbolos. En su justa medida, cada pieza refleja la tensión que define a Rider: entre lo clásico y lo provocador, entre lo controlado y lo visceral, entre la herencia y el deseo de reinvención.
Entre la memoria y la invención: una colección emocional
El desfile abrió con una americana de cintura ceñida, sin camisa, combinada con culottes cargo voluminosos y un cruce entre corbatín y pajarita. Cada look evocaba un estudiante de arte que quiere vestirse como profesional, con naturalidad y cierta rebeldía poética.
Camisas abiertas bajo abrigos largos, chalecos recortados, pantalones con un solo dobladillo, calcetines visibles, sneakers desatados… Todo parecía improvisado, pero nada lo era. Se trataba de un juego deliberado, donde la indumentaria se convierte en lenguaje y el estilo en actitud.
Un nuevo comienzo con raíces sólidas
La crítica fue unánime: Michael Rider ha demostrado tener la visión, la madurez y el instinto comercial para liderar Celine hacia una etapa significativa. Su paso por el ecosistema LVMH, su formación estética y su fidelidad a una moda usable, emocional y refinada, lo posicionan como un heredero natural para la maison.
Celine Primavera/Verano 2026 no es solo una colección de temporada. Es una declaración de principios. Un desfile que recupera el placer de vestirse con belleza, con propósito, con memoria. Rider no busca espectáculo. Busca profundidad.Y en esta primera entrega, la ha encontrado. Con una voz clara, una estética cuidada y una sensibilidad aguda, Michael Rider firma un comienzo brillante en Celine. Un comienzo que invita a imaginar todo lo que vendrá.