Bajo el título “A Change of Tone”, Prada ha presentado en Milan Fashion Week su colección masculina para la Primavera/Verano 2026, marcando un cambio deliberado en el discurso estético de la firma. El desfile, celebrado en el Deposito de la Fondazione Prada, ofreció un espectáculo visual sutil, sin artificios, centrado en la introspección, el gesto y la ligereza.
El espacio, de estética industrial con suelos de hormigón, vigas vistas y sonidos ambientales —pájaros, campanas, viento—, funcionó como escenario simbólico de una colección que aborda nuevas formas de habitar la moda masculina.
Miuccia Prada y Raf Simons deconstruyen el traje tradicional y cuestionan la formalidad del vestir masculino con prendas que sugieren más que imponen. Camisas blancas impolutas se combinan con shorts de talle alto que se mueven entre el bañador y la ropa interior, en un juego visual entre intimidad y exterioridad.
Chándales debajo de trench coats, blazers con mangas remangadas, combinaciones libres que componen lo que los diseñadores llaman “armonías no conformistas”. Todo parece espontáneo, incluso improvisado, pero cada capa y cada corte responde a un lenguaje preciso: el de una masculinidad fluida, serena y poética.
El color juega un papel clave. A los tonos clásicos como gris marengo, azul marino o blanco puro, se suman estallidos vibrantes: cobalto, rojo intenso, verde hierba, amarillo solar y violeta eléctrico. Esta vibración se equilibra con matices delicados como el amarillo mantequilla, rosa empolvado y verde menta, que evocan sensaciones de calma y claridad.
En paralelo, los materiales táctiles —tejidos livianos, algodones suaves, linos texturizados— refuerzan una experiencia sensorial. Los sombreros de rafia en forma de macetas invertidas o los mocasines tipo náutico combinados con calcetines altos son detalles que subrayan el carácter lúdico y contemplativo de la colección.
“A Change of Tone” no busca imponer tendencia, sino ofrecer piezas abiertas a la interpretación personal. Los looks sugieren escenas imaginarias: el último baño del verano, un paseo junto al lago del amante, un día suspendido entre el aire y la luz.
La propuesta huye del espectáculo para abrazar la sugerencia, ofreciendo una moda vivida y vivible, que se adapta al cuerpo, al deseo y a la emoción de quien la viste.