El regreso de Vivienne Westwood a Milán ha dejado claro que la marca mantiene intacto su espíritu iconoclasta. Kronthaler presentó su colección masculina con un aire lúdico, haciendo desfilar modelos en un escenario inusual: las aceras de mármol del Bar Rivoli, mientras los invitados disfrutaban de un desayuno en las mesas del local.
La propuesta mezcló referencias del pasado con un giro actual, manteniendo la esencia provocadora que caracteriza a la firma británica fundada por Westwood.
Los looks presentados reflejaron una narrativa sartorial rebelde y teatral. Se vieron trajes con chaquetas amplias y solapas sobredimensionadas, combinadas con pantalones cortos o bombachos, marcando una silueta poco convencional.
Los tejidos rayados, inspirados en los trajes tradicionales británicos, se mezclaron con prendas desestructuradas y accesorios excéntricos como sombreros de paja maxi y botas de plataforma, reminiscencia del icónico desfile de Naomi Campbell en 1993.
Uno de los conjuntos más comentados fue un look formado por blazer entallado, shorts deportivos y botas altas, que desafiaba las normas de la formalidad masculina. Otros incluyeron delantales estilo café parisino, chalecos bordados, capas fluidas y faldas asimétricas, en una celebración de la libertad de expresión a través del vestuario.
La propuesta fue un ejercicio de estilo dramático, sensual y consciente, que pone en el centro la autenticidad del individuo por encima de los dictados de la moda. Como aseguró Kronthaler: “Being stylish means a lot for a man. It’s nothing to do with fashion, it’s all a matter of style.”