Barcelona suma una nueva dirección gastronómica con carácter propio: SALAO Restaurant, en Sant Feliu de Llobregat, un proyecto de cocina contemporánea que mira a la temporada con ambición y sentido del lugar. Al frente está Aitor García Sánchez, cocinero formado en casas de referencia como Gaig —junto a Carles Gaig— y HEART Ibiza —con Ferran & Albert Adrià—, además de una trayectoria marcada por nombres como Sergi Arola y Romain Fornell.
Su recorrido por Italia (Nápoles) y su etapa en Hong Kong —en La Rambla, uno de los restaurantes de cocina catalana más celebrados de la ciudad— afinan un lenguaje culinario que mezcla técnica, sensibilidad y memoria mediterránea.

La historia de SALAO nace también de una historia de amor. En Hong Kong, el chef conoció a quien es hoy su esposa, cómplice y anfitriona en sala. Juntos han levantado un restaurante que reivindica lo esencial: “comer bien, beber bien y que la gente salá disfrute”. Eligen Sant Feliu por convicción y logística —cercanía a proveedores, producto que llega en su mejor momento, trabajo diario y meticuloso en cocina— para construir un espacio gastronómico sin artificios, donde cada plato busca detalle y el sabor.
La propuesta se reconoce en una carta breve, dinámica y abierta a sugerencias de mercado. En los entrantes, la Anchoa “00” sobre pan de cristal y tomate resume el ideario del lugar: producto noble, punto exacto y una presentación limpia que deja hablar a la materia prima. El Carpaccio de Rubia Gallega madurada, servido con dos tipos de mantequilla, aporta profundidad y equilibrio graso; y el Carpaccio de gamba con vinagreta de cítricos firma esa línea fresca y precisa que el chef domina con soltura. Las Bravas al estilo “SALAO” son canallas y elegantes a la vez, mientras que el Bikini trufado de berenjena con tres quesos y el Bikini de panceta se convierte en bocado de culto para quienes buscan comfort con intención. Hay guiños juguetones como el Hot-Dog de steak tartar con emulsión de carne —top, según sus incondicionales— o el Bao del chef, que cambia según inspiración.

En los principales, el pulpo sobre cremoso de patata con salsa de huevas del mar demuestra que la cocina de Aitor no se queda en la corrección: hay capas, matices y una intención nítida de redondear el bocado. El bacalao con salsa de setas y crujiente de jamón ibérico entrega territorio y temporada en el mismo plato; el tataki de ternera con mantequilla París subraya su querencia por la cocina europea bien entendida; y la paletilla de cordero a baja temperatura con pimiento estilo Tolosa luce cocción paciente, textura sedosa y una salsa que invita al pan.
El capítulo dulce sostiene el nivel con postres de antojo: la SANTA torrija —dorada por fuera, tierna por dentro—, o la tarta de queso al estilo SALAO, que es de las que conquistan a los partidarios de texturas cremosas.

La sala fluye con hospitalidad natural. Aitor y su pareja ejercen de anfitriones atentos —sin rigidez—, explican producto y método, recomiendan según apetito y estación, y defienden la proximidad como argumento de fondo. La cocina, por su parte, busca esa “cocina con detalle” que exige compras diarias y una red de proveedores escogidos. En conjunto, SALAO se entiende como un bistró contemporáneo mediterráneo: sabroso, reconocible y con una técnica puesta al servicio del placer.
Con ambición serena, SALAO Restaurant apunta a convertirse en una de las mesas a seguir del entorno metropolitano. La combinación de producto de temporada, técnicas creativas aprendidas en grandes casas y una bodega pensada para disfrutar construye un relato coherente que se bebe, se come y se disfruta.