Una oda a la sastrería y la tradición. La colección se caracterizó por una encantadora variedad de estructuras y volúmenes, presentadas en una paleta de colores que abarcaba desde grises y azules hasta tonos beige, blancos y ocre, con la inconfundible presencia del denim. Cada detalle, desde los corbatines en forma de trenzas hasta los toques dorados, capturó la atención de los espectadores.
A pesar de ser prêt-à-porter, Roseberry no escatimó en drama, manteniendo la esencia extravagante de Schiaparelli. En su tercer desfile de este estilo, demostró su habilidad para traducir los códigos de la casa en prendas que se adaptan a la cotidianidad sin perder su distintiva esencia.
Con guiños a la moda de los 80, las siluetas mostraron una moda cómoda, elegante y sofisticada, con hombros afilados y pantalones plisados que destacaban con altura. Los drapeados y la asimetría suavizaron la estructura, añadiendo ese toque esencial de elegancia a la colección.
Es crucial recordar que Elsa Schiaparelli, la fundadora de la firma, fue la primera diseñadora en introducir el cierre relámpago en la moda femenina, revolucionando la forma en que las prendas se abrochaban. Aunque cerró su casa de moda en 1954, su legado perdura y bajo la dirección de Daniel Roseberry, Schiaparelli continúa dejando un regalo extraordinario en la industria de la moda con cada paso que da por la Fashion Week.